En Tlecan no se viene a olvidar.Se viene a recordar.
En Tlecan no se viene a olvidar.
Se viene a recordar.
No recuerdos personales, aunque a veces también,
sino algo más profundo:
el eco de lo que somos.
Cruzar esa puerta es cruzar un umbral.
Ahí el tiempo se desacelera
y lo sagrado se mezcla con lo cotidiano.
Ahí el pulque colado —bebida de dioses-
se presenta disfrazado de piña colada.
Familiar, sí.
Pero bajo el coco y la piña,
sigue viva la fermentación sagrada.
Las mezcalitas están para contar.
Texcoco, reminiscencia del lago, salada, cítrica, tradicional
Kauil, frutal y ardiente, como el dios maya del fuego.
Una bebida que entra suave y arde después.
Como el chile en la fruta de la infancia.
Una memoria que despierta.
Luego llega el Tascalate Sour:
maíz, cacao, axiote.
Un trago espeso del sur de México,
de tierra y milpa, de historia hecha bebida.
TASCALATE SOUR COURTESY @TLECAN ON INSTAGRAM
Los clásicos también se transforman.
Un Negroni con cacao que recuerda a obsidiana.
Un Martini con vainilla de Papantla,
un clásico que sabe a selva.
En Tlecan se bebe con respeto.
Con atención.
Con la certeza de que, a veces,
un solo trago puede devolverte algo que habías perdido.